Bardo, la nueva película de Alejandro G. Iñárritu, parece que sigue una curiosa tendencia cinematográfica en donde grandes cineastas buscan retratar su vida.
El cineasta Alejandro Gonzáles Iñárritu ha hablado largo y tendido sobre cómo Bardo: Falsa Crónica de Unas Cuantas Verdades es “su obra más personal”. No sólo porque está parcialmente inspirada en su vida y sus experiencias después de dejar México hace más de 20 años, sino porque también decidió introducir opiniones, visiones y creencias personales dentro de secuencias surreales que sirven a la historia ficticia de Silverio Gacho (Daniel Giménez Cacho), el protagonista.
“Yo propongo un cúmulo de reflexiones, memorias desdibujadas, contradicciones y cuestionamientos que ha tenido en el tiempo que ha permanecido alejado de México”, explicó Iñárritu al periódico Reforma sobre por qué la cinta no podía considerarse una autobiografía, por más similitudes que guarda con el personaje principal.
Bardo, entonces, es un viaje surreal en donde Iñárritu le da rienda suelta a sus habilidades técnicas para intentar contar su vida y su visión de forma original. Sin embargo, ésta no es la primera película que explota las narraciones ficticias para contar fragmentos de la vida de los cineastas, sino que forma parte de una nueva y seductora tendencia cinematográfica.
Regresando a sus orígenes: ROMA
Es imposible no comparar la historia de Bardo con la propuesta que Alfonso Cuarón lanzó en 2018. Al final del día, los dos cineastas mexicanos pertenecen a la misma generación que logró expandir su cine para formar parte de la más grande élite de Hollywood. Ambos regresaron a lugares muy personales para contar su historia, y los dos buscaban entender las diferencias de su país natal, su origen, y lo que son ahora.
La diferencia está en que Cuarón decidió contar la historia desde la perspectiva de Cleo (Yalitza Aparicio), para darnos una representación de la diferencia de clases que se vive en México y cómo es la vida de las comunidades más marginadas. Iñárritu ofrece un recuento surreal de su vida en donde el personaje de Silverio sirve como su ancla personal, y en ese sentido se parece más a las películas de Belfast y Apollo ½
Recordando tiempos de formas diferentes: Belfast y Apollo ½
Apollo ½ fue un experimento animado que creó Richard Linklater para “revivir lo emocionante que fue el viaje a la luna”. Cuenta la historia fantástica de un niño que sueña con viajar al espacio para vivir el aterrizaje lunar en carne propia. La historia es un recuento de lo que vivió Linklater en su juventud, pero está más centrada en mostrarnos el poder de la imaginación de Stanley mientras hace comentarios sobre lo que se vivía en la televisión con respecto a la NASA y los astronautas, que en ese entonces eran figuras heroicas.
Por otro lado, Kenneth Branagh con Belfast decidió también contar cómo fue vivir en medio de un lugar con un conflicto étnico-religioso que estuvo a punto de explotar. A través de los ojos de Buddy (Jude Hill), también es una historia sobre la pérdida de la inocencia, sobre recordar los momentos felices de la niñez y cómo el arte es una buena herramienta para inspirar a ser mejor.
Tanto Belfast como Apollo ½ nos muestran cómo los cineastas se introducen a sí mismos en sus personajes principales, aunque sean ficticios. Éste es uno de los recursos más importantes que utiliza Bardo, sólo que no necesariamente para crear un cuadro nostálgico de una época pasada, sino también para analizar el legado que ha dejado atrás Alejandro G. Iñárritu.
¿Cuál es el legado? El caso de The Fabelmans y El Irlandés
En The Fabelmans, Steven Spielberg no sólo busca representar el divorcio de sus padres y una de las épocas más duras de su vida, también nos muestra pequeños detalles sobre lo que lo convirtió en el cineasta que es ahora. A través de diálogos pequeños que rompen la cuarta pared, Spielberg incluso opina sobre sus obras y la forma en la que se discuten entre fans y críticos de cine.
El Irlandés es otro caso sumamente especial, ya que a través de la travesía de Frank Sheeran nos muestra aparentemente una “historia clásica de Scorsese”: con Robert De Niro (uno de los colaboradores más asiduos del cineasta) como protagonista, un hombre atrapado entre los intereses de dos grupos de mafiosos que lo obligan a decidir hacia dónde se irá su lealtad. Sin embargo, a la mitad de la película nos obligan a analizar toda su historia de manera diferente, y en el camino, Scorsese parece que también analiza lo que hizo con su legado cinematográfico.
Esto justamente era lo que más le interesaba explorar a Iñárritu en Bardo, así que se podría decir que su nueva película sigue esta tendencia por inclinarse a la “autoficción”.
Hay muchas razones por las que estas narrativas resultan tan exitosas y tan atractivas para la audiencia: estamos viendo a un grupo de venerados artistas que ya crecieron y se formaron con el cine intentando contar su historia de la forma que mejor lo saben hacer.
Lo más emocionante, tal y como lo hizo Alejandro G. Iñárritu con Bardo, todas estas cintas intentan contar una historia desde diferentes perspectivas, con distintos recursos narrativos y reniegan simplemente de hacer una historia autobiográfica. ¡No te puedes perder la experiencia de Bardo! Compra tus boletos AQUÍ.
